Anatoli
Isaikin, director de la corporación estatal Rosoboronexport,
exportadora estatal de armas rusa, volvió a hablar sobre una serie de
reveses que sufrieron los fabricantes rusos de armamento y material
bélico en la India durante el último año.
Isaikin centró la atención en el caza MiG-35, cuyas perspectivas en
el mercado mundial y sus entregas a la Fuerza Aérea de Rusia siguen
siendo inciertas.
“La situación alrededor de estos concursos de adjudicación del
contrato no tiene nada que ver con problemas del sistema”, señaló
Isaikin en una entrevista al diario ruso Vedomosti. “En particular, creo
que el MiG-35 fue eliminado del concurso porque no está fabricándose en
serie, mientras que las empresas francesas y estadounidenses
presentaron los modelos de serie”, agregó.
Se trata del concurso internacional MMRCA para el suministro a la
Fuerza Aérea de la India de 126 cazas polivalentes que deben sustituir a
los ya obsoletos aparatos MiG-21.
En el concurso participaron EEUU con el F-16IN Super Viper y el
F/A-18E/F Super Hornet, Francia, con el Dassault Rafale; el consorcio
europeo EADS, con el Eurofighter Typhoon; Suecia con el Saab JAS 39NG
Gripen y Rusia, con el MiG-35.
Finalmente, el invierno pasado la empresa aeronáutica francesa
Dassault fue proclamada ganadora del concurso. Al inicio este contrato
militar, el mayor de la historia de la India, fue calculado en casi
11.000 millones de dólares. Pero según las estimaciones actuales, al
elegir el Rafale, la India no podrá obtener 126 cazas por este precio y
los expertos ya barajan la posibilidad de reducción del volumen de
suministro o de un aumento del importe del contrato hasta 16.000 o
18.000 millones de dólares.
Consecuencias negativas de producir modelos limitados de aviones
Los funcionarios rusos recurren a argucias atribuyendo la derrota del
caza MiG-35 en el concurso indio al hecho de que no se fabrica en
serie. El Rafale es el modelo de serie, pero solía eliminarse de todas
las licitaciones internacionales y solo estaba en servicio operativo de
la Fuerza Aérea de Francia antes de que el país galo se adjudicara el
suministro de 126 cazas a la India.
Dejemos aparte las cuestiones de diversificación de los
suministradores y de equilibrio entre los actores principales en el
mercado de venta de armamento y material bélico que los militares indios
ponen en primer plano. Imaginemos que otro avión fabricado en Rusia
pudiera insertarse en el sistema general de pedidos militares de Nueva
Delhi.
En su tiempo, la India compró dos aviones rusos que no se fabricaban
en serie: Su-30К y su versión modificada Su-30МКI y posteriormente, a
mediados de los 2000, el caza modernizado de emplazamiento en
portaaviones MiG-29K.
Es evidente que la fabricación de un aparato en serie y especialmente
su popularidad en su país de origen se toma en consideración en el
proceso de elección del material bélico extranjero. Pero parece que en
este ámbito no es tan importante el volumen de aparatos fabricados como
el nivel de desarrollo de su diseño técnico.
El MiG-35 es la versión modificada del MiG-29 y la India ya tiene una
experiencia de explotación de estos aparatos. La India ya incorporó a
su Marina de Guerra 16 de los 45 cazas embarcados rusos MiG-29K
adquiridos. Además, la corporación rusa MiG recibió un encargo de 24
cazas de este modelo para la Armada rusa.
En todo caso, el MiG-29K es el aparato que se fabrica en serie,
aunque no está tan perfeccionado como el caza Su-30МКI que Rusia vendió
también a la India.
Pero el desarrollo del MiG-35 no se ha acabado todavía. Tres aparatos
que sirven de muestra de la tecnología desarrollada representan de
hecho una “oferta volante”. Se prevé que los que estén interesados en
adquirirlos precisarán detalles necesarios de su diseño técnico.
Según el Programa Nacional de Armamento aprobado para hasta 2020, la
Fuerza Aérea de Rusia prevé comprar una cantidad de los MiG-35 (unos 50
cazas, según la información disponible). Pero de momento no existe ni
siquiera una visión acordada del diseño técnico del modelo del caza que
debe incorporarse en los arsenales del Ejército del Aire ruso.
El anterior mando de la Fuerza Aérea de Rusia actuaba con máxima
prudencia en lo que se refiere a la idea de la compra de estos aparatos,
así como a los proyectos de la modernización del parque obsoleto de los
aviones del tipo MiG-29. Hoy en día, nada evidencia que el mando actual
vaya a cambiar de postura.
Varios expertos critican al MiG-35 por ser un aparato caro, con
numerosos defectos, misión táctica no determinada y perspectivas
inciertas de su fabricación, en comparación con la familia bien
desarrollada del T-10 (Su-30МКI/МК2, Su-35).
Otros consideran que el MiG-35 tiene potencial para ser exportado y
agregan que para apoyarlo sería oportuno firmar un contrato con la
corporación rusa MiG para el suministro de una partida de estos aparatos
a la Fuerza Aérea de Rusia que se ocupa de la resolución de varios
problemas internos más importantes que la contribución a la exportación
de armamento y material bélico nacional.
Problemas del modelo de crecimiento de la industria rusa de Defensa
En realidad, la situación actual no refleja errores o fracasos de
Rosoboronexport, el Servicio Federal de Cooperación Técnico-Militar de
Rusia o la industria aeronáutica. Los éxitos o fracasos inesperados en
el mercado externo de los aviones rusos son consecuencias del modelo de
crecimiento de la industria rusa de Defensa que se estableció a finales
de los noventa y sigue ejerciendo su influencia.
Durante unos veinte años, Rusia no ha firmado contratos a largo plazo
para el suministro de grandes partidas de armamento y material bélico.
Desde 1992, tras el colapso de la Unión Soviética, varios sectores de
la industria de Defensa de la URSS que representaba una especie del
Estado dentro del Estado perdieron la posibilidad de continuar su
actividad principal. Esto conllevó la pérdida de mano de obra
calificada, redujo su competitividad e hizo imposible la modernización.
Las exportaciones se convirtieron en la única fuente de sus ingresos.
Varias empresas que lograron vender al extranjero los productos
fabricados antes de que se desintegrara la URSS pudieron mantener su
capacidad de diseñar y fabricar armamento y material bélico.
Así las cosas, Anatoli Isaikin no tiene razón. El problema anunciado
es sistémico aunque no está vinculado con la actividad de
Rosoboronexport, que no es responsable de las estrategias de desarrollo
de la industria rusa de Defensa.
Hoy en día se hace un intento de pasar del modelo de financiación del
sector militar industrial de Rusia orientado a la exportación a otro
orientado a la entrega de pedidos internos. Este proceso acaba de
empezar. El Estado ya ha firmado contratos con las empresas más
desarrolladas del sector, que fabrican cazas tácticos o helicópteros, y
los primeros aparatos empezaron a suministrarse a los militares rusos.
Pero los restantes fabricantes deberían consolidarse durante los
próximos años, en el marco del cumplimiento del Programa Nacional de
Fabricación de Armamento hasta 2020.
Esto reducirá la dependencia de los fabricantes rusos de los
contratos con clientes extranjeros para modelos no acabados que
posteriormente se desarrollan deprisa tras la recepción de pagos
adelantados o créditos. Además, se podrán evitar fracasos.
Una financiación equilibrada y continua desde fuentes diversificadas
permitirá llevar a cabo los trabajos de investigación y desarrollo y
elaborar nuevos proyectos más tranquilamente, aprovechando todo el
potencial de ingeniería disponible.
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