Aeronaves no tripuladas y control del tràfico aèreo
Catapulta de un Hermes 450
Con el objetivo de proteger a otros usuarios del
espacio aéreo las aeronaves no tripuladas llevan años realizando sus misiones
dentro de los límites de áreas de acceso restringido. Pero de un tiempo a esta
parte, gracias a las posibilidades que ofrece la tecnología y debido a la
presión de la industria parece haber llegado el momento de que su campo de
acción se expanda para poder cumplir nuevas misiones en el ámbito civil o
ampliarlo más en el militar. De ahí, que dentro de poco las autoridades
reguladoras internacionales decidirán sobre permitir su operación fuera de ese
espacio aéreo protegido. Una decisión que va a poner a prueba la solvencia de
nuestras instituciones reguladoras aeronáuticas y va a suponer un reto para el
control del tráfico aéreo como garante en la actualidad de la separación segura
entre aeronaves en el espacio aéreo controlado.
Introducción
Cuando
se piensa en aviones teledirigidos la primera imagen que surge es la de
aeromodelos guiados desde tierra por medio de transmisores de radio. Y aunque
en sentido estricto podría denominarse a estos “juguetes” como vehículos aéreos
no tripulados (UAV, Unmanned Aerial Vehicle), hay dos significativas diferencias
entre esos aviones de “aeromodelismo” y los conocidos como sistemas aéreos no
tripulados (UAS, Unmanned Aerial System):
- Los UAS van equipados con elementos tecnológicos con los que pueden realizar misiones variadas tanto en el campo militar como en el civil, que obedecen a lo que coloquialmente se conoce como misiones 3D: "Dull, Dirty and Dangerous". Es decir, misiones tediosas, en ambiente contaminado o peligroso.
- Los hay capaces de operar tanto de forma guiada como de forma autónoma desde el despegue al aterrizaje y hasta de volar a grandes altitudes y durante cientos o miles de kilómetros, realizar una misión en un teatro de operaciones considerado de alto riesgo para un tripulante, regresar a su base y aterrizar sin necesidad de intervención por parte de un operador humano.
Por otro lado, en sentido amplio puede caracterizarse
al UAS como un sistema formado de un segmento "aire" y un segmento
"tierra". El primero lo componen la plataforma de vuelo (propulsión,
navegación, enlace de datos, etc), la carga útil (o "de pago")
adecuada para la misión asignada (sensores, cámaras, radar, armamento, etc) y
el sistema de comunicaciones. Mientras que el segmento "tierra"
incluye el sistema de control de la aeronave y de la carga útil, los equipos de
comunicaciones y la estación que permite transmitir la información obtenida con
los sensores.
Estación de control del Predator. Detalle de la carga operativa del Predator.
Pero
esas mismas características que convierten a esta "nueva" aviación en
diferente también se configuran en la principal limitación operativa que tiene
con respecto a la aviación tradicional: la dificultad para mantener su
separación de otros usuarios del espacio aéreo. Una circunstancia esta que ha
llevado a situaciones peligrosas y que va a suponer todo un reto para la
tecnología si se pretende que en el futuro comparta de forma segura el medio
aéreo con la aviación tripulada.
Y
es que no hay que olvidar, que los UAS tienen que operar por lo general en un
espacio aéreo cuya estructura, gestión y control están diseñados para aeronaves
tripuladas. Como tampoco hay que olvidar, que en la aviación convencional la
seguridad reside en la propia aeronave, en la tripulación que la opera, en las
ayudas a la navegación y en los sistemas de control y gestión del tráfico aéreo
que supervisan el vuelo desde el despegue al aterrizaje.
Para
ilustrar toda esta problemática a continuación se presentan algunas de las
incidencias que los UAV (UAS) han tenido en distintos entornos operacionales y
analizaremos su implicación en la seguridad de vuelo, para abordar más adelante
el repertorio de requisitos que deben establecerse en el campo tecnológico y en
el regulatorio para que en el futuro los aviones sin piloto puedan integrarse
con seguridad en las operaciones de vuelo que tienen lugar en el espacio aéreo
controlado. Y todo, porque como ya se ha comentado hay quien se plantea dar
respuesta a una creciente presión comercial que persigue expandir las
operaciones de los UAV fuera de los límites del espacio aéreo segregado hacia
campos como la seguridad ciudadana, el diseño de mapas, la fotografía aérea, la
lucha contraincendios o la observación del tráfico, entre otros muchos posibles.
Y quizás también para sustituir dentro de no mucho tiempo y de forma masiva a
aviones convencionales cuyo coste de explotación resulte elevado y/o su
operación peligrosa para la tripulación.
Antecedentes
Sistemas de comunicación del Predator
Los
aviones no tripulados han tenido en las últimas décadas un papel destacado en
diferentes teatros de operaciones en los que el espacio aéreo se encontraba
hipotecado por los medios inmersos en el conflicto bélico de turno.
Lamentablemente, la experiencia ha demostrado que la segregación era necesaria
ya que el hecho de que no hubiera un piloto a bordo del avión ha aumentado el
riesgo de colisión con otros usuarios de ese espacio aéreo. De ahí, que la
separación de facto que proporciona la segregación se vea como una solución
necesaria en busca de la seguridad que reclama la aviación tripulada. Al menos,
hasta que se encuentren soluciones óptimas para sacar a aquellos de su
confinamiento. Y vamos camino de conseguirlo.
De
momento, el hecho de que el “factor humano” haya sido trasladado de la cabina
de vuelo al suelo está enfrentándose a su propio reto tecnológico y normativo
que, probablemente, llevará a cambiar el modo en cómo se entiende la aviación
hoy debido a que el principio básico de la misma: evitar la colisión, ha sido
tradicionalmente responsabilidad del piloto.
Por otro lado, para que un UAV pueda llevar a cabo su
misión es necesario un enlace terrestre de comunicaciones radio y, en algunos
casos, también vía satélite entre el operador y el avión. Pero ese enlace es
vulnerable al fallo y a las interferencias. Una incidencia que suele ser
compensada con capacidad de vuelo autónomo y que, llegado el caso, podría
suponer una limitación para que el avión pudiera ser gestionado por el control
de tráfico aéreo. Por tanto, a raíz de esta cuestión surgen interesantes
preguntas relacionadas, entre otras cosas, con el diseño, las pruebas, la
validación y la certificación del software del sistema de gestión de vuelo, así
como si serán necesarios procedimientos operacionales específicos para la
gestión del tráfico aéreo. O si debido a esas limitaciones habrá diferentes
criterios de separación para los UAV por la posibilidad de que se pudiera
perder el enlace tierra-aire o se demoren las órdenes de navegación trasmitidas
por el operador al avión.
Problemas operacionales y de seguridad de vuelo
A
continuación, se analizan desde el punto de vista de la seguridad de vuelo las
operaciones UAV en Iraq e Israel, así como un accidente ocurrido en Arizona,
Estados Unidos. Tres casos que nos van a ayudar a tomar contacto con la
problemática que existe alrededor de la operación de este tipo de avión y con
la influencia que en la misma tiene el factor humano. Cuestiones ambas, por
cierto, que deben ser tenidas en cuenta a la hora de establecer las
especificaciones necesarias y la normativa que debe generarse si se pretende
integrar con garantías este tipo de aeronave en el espacio aéreo controlado
civil.
El escenario iraqí
A
partir de la invasión de Iraq el 20 de marzo de 2003 por parte de las fuerzas
estadounidenses y de sus aliados, cerca de 100 aviones, casi un tercio de ellos
no tripulados y distribuidos en bloques de espacio aéreo 3D definidos por
coordenadas GPS operaban a diario sobre el cielo de Baghdad a lo largo y ancho
de una cuadrícula de 50
kilómetros cuadrados. Hasta 40 aeronaves de todo tipo
podían encontrarse en vuelo en un momento dado en apoyo de las fuerzas de
tierra atareadas en sofocar los disturbios en la capital del país.
Esta
situación presionaba sobre el sistema de control aéreo y hacía muy difícil su
misión. Eso a pesar de contarse con varias subredes de estaciones de control de
tierra que formaban parte de la red del sistema de tráfico aéreo militar
encargada de coordinar las operaciones. Así las cosas, era cuestión de tiempo
que un avión tripulado colisionara con un UAV lo suficientemente pequeño como
para ser detectado por el radar.
A-10 Thunderbolt
La primera colisión tuvo lugar el 7 de abril, menos
de un mes después de la invasión, cuando un A-10 Thunderbolt pilotado por la
entonces capitán Kim Campbell, que había recibido numerosos impactos
de artillería antiaérea durante una incursión, colisionó cuando volvía a su
base con un pequeño UAV de lanzamiento manual. Tras la colisión el avión perdió
toda la hidráulica y la tripulante, en vez de eyectarse –la alternativa de caer
sobre Baghdad no debió convencerla-, consiguió a duras penas recuperar el
control del avión y aterrizar en su base después de una hora de difícil vuelo.
Recibió una condecoración por ello.
A
partir de ese momento fue creciente el número de informes que describirían
accidentes de UAV (a cambio, la tasa de accidentes de aviones tripulados era en
comparación muy baja). De ahí, que el cielo sobre Baghdad fuera calificado por
los militares estadounidenses como el espacio aéreo de combate más complejo en
el que hayan operado los UAV.
El escenario israelí
En enero de 2009, Israel se enfrentó a un escenario
diferente en la “Operación Cast Lead” –también conocida como Guerra de
Gaza- en respuesta a los ataques de Hamas en la “Operación Oil Stain”.
En aquella ocasión, los israelíes llevaron a cabo una compleja campaña
aérea sobre Gaza en la que más de una docena de UAVs volaban
permanentemente sobre una pequeña área al mismo tiempo que helicópteros,
aviones de combate, plataformas de observación y otros elementos aéreos
de apoyo.
Skylark. Lanzamiento manual
-¿Cuáles son los pros y contras de que los UAV y la aviación tripulada operen en el mismo espacio aéreo?
-¿Cuál es esa tecnología crítica necesaria para que los UAV sean tan fiables o más que los aviones tripulados?
-¿Qué papel van a jugar en este proceso de integración el Cielo Único, SESAR (Single European Sky ATM Research) y el concepto NextGen de la FAA para facilitar la convergencia de los UAV y la aviación tripulada?
-¿Cómo se va a mejorar la seguridad y fiabilidad de las comunicaciones, los controles, los sensores, los motores y las redes de comunicaciones para permitir la coexistencia de UAV y aviones tripulados?
-¿Cómo se verán afectados los vuelos UAV por el requisito de OACI de “ver y evitar” y qué respuestas ofrecerá la tecnología a fin de mantener los niveles de seguridad requeridos?
Global Hawk
Scan Eagle. Catapulta de lanzamiento
Entre los UAV implicados se encontraban Hermes 450,
Heron I y Skylark I de lanzamiento manual y vuelo a baja cota, que eran
monitorizados por centros de control aéreo gracias a que iban equipados
con transpondedores IFF (Identification-Friend-or-Foe). Además, para
evitar colisiones o interferir en los ataques aéreos a baja cota,
durante el trayecto de entrada y salida de la zona de operaciones los
pilotos aplicaron unos procedimientos estrictos acordados durante la
planificación de la misión, que consistieron en mantener con precisión
las altitudes asignadas y evitar las zonas de vuelo restringidas debido a
fuego de artillería y de mortero. En todo momento las operaciones
estuvieron bajo la supervisión de los controladores aéreos, que
dispusieron de los datos necesarios para tener una imagen completa de la
situación del espacio aéreo. No se produjo ningún incidente entre
ninguna aeronave durante las tres semanas que duró la operación.
Esta positiva experiencia bélica puso de manifiesto, no
obstante, lo complejo que sería integrar de forma segura aeronaves
tripuladas y no tripuladas en un entorno operacional civil en principio
mucho menos estructurado y rígido, pero más exigente en términos de
seguridad.
IAI Heron
El accidente de Arizona
El
Predator es un UAV propulsado por un motor de émbolo y una hélice. Está
equipado con aviónica redundante, lo que le proporciona una elevada tolerancia
al fallo. Puede ser guiado por un operador remoto o navegar de forma autónoma.
Cuenta con una autonomía de 20 horas y un alcance de 400 millas náuticas (600 km), tiene un techo de
operación de 26000 pies
(8 km) y
desarrolla una velocidad máxima de 117 nudos (220 km/h). Fue utilizado
por primera vez en 1995 para vigilar instalaciones militares serbias.
Predator 1
En
abril de 2006, un Predator se estrelló al noroeste del aeropuerto internacional
de Nogales, en Arizona. Si bien el accidente se produjo en un área residencial
escasamente poblada y no hubo heridos, se produjeron importantes daños en el
avión. Aunque el UAV era propiedad de la Agencia federal de aduanas y protección de
fronteras, en el momento del accidente estaba bajo contrato con el fabricante General Atomics Aeronautical
Systems, Inc. Lo que explica todavía menos que el accidente tuviera lugar.
Ese
accidente propició uno de los análisis más importantes realizados hasta esa
fecha sobre fallos en la operación de los aviones no tripulados. Y llevó a la National
Transportation Safety Board (NTSB) a descubrir una serie de errores
humanos consecuencia de factores organizacionales inadecuados y a un manual de
uso poco claro. Según el informe de la
NTSB, la pérdida del Predator fue causada porque un operador
no utilizó de forma apropiada la lista de chequeo en el momento de la
transferencia del control del avión a otro operador, que llevaría a que la
válvula de combustible se cerrara de forma inadvertida y el motor se parase.
Según
el informe, el funcionamiento del UAV fue seriamente comprometido ya que al
apagarse el motor y empezar a utilizar la batería el avión desconectó el
sistema de comunicación vía satélite y el transpondedor para ahorrar energía,
dejando así de enviar datos al control del tráfico aéreo con los que poder
conocer su altitud y su rumbo, e impidiendo de ese modo al ATC que pudiera
avisar a otros usuarios del espacio aéreo. Perdido el rastro del avión, el ATC
contactó con el operador del Predator para requerirle información sobre su
posición, pero aquel no le informó que el UAV, en realidad, estaba
desaparecido. De ahí, que un importante hallazgo a consecuencia del accidente
de Nogales fue la necesidad de modificar el diseño del avión de modo que el
transpondedor continuara funcionando incluso bajo condiciones degradadas de operación.
Algo que a muchos nos habría parecido obvio.
Cabe
señalar, además, que la investigación desveló que el único entrenamiento que
habían recibido los controladores aéreos sobre las operaciones UAV fueron 30
minutos de charla apoyada por unas diapositivas. De ahí, que otra recomendación
de los investigadores de la NTSB
fuera que en el futuro se deberían llevar a cabo encuentros directos entre
controladores y pilotos de UAV con objeto de aclarar las dudas mutuas sobre sus
respectivas operaciones y coordinar las respuestas que fueran requeridas tanto
durante la operación rutinaria como en la degradada. Para unos sobre las
especiales características de los UAV, en la reacción ante la pérdida de enlace
de datos con el avión y en situaciones potenciales de emergencia y los métodos
para mitigarlas, y para los otros sobre los procedimientos de gestión del
espacio aéreo que utiliza el ATC.
Además,
la NTSB
recomendó una mayor coordinación entre los operadores de UAV y el control del
tráfico aéreo con objeto de mejorar la conciencia de la situación en
operaciones rutinarias, pero especialmente durante los modos degradados de
operación para asegurar así la adecuada separación entre aviones en el mismo
espacio aéreo.
El estado de la cuestión en Europa
La
práctica totalidad de las operaciones UAV que tienen lugar hoy en Europa están
restringidas al espacio aéreo segregado militar, o bien a volar sobre el mar
gracias a autorizaciones especiales. Y aquellas que tienen lugar fuera del
espacio aéreo segregado, cuentan con numerosas restricciones a fin de
garantizar la seguridad de otros usuarios del espacio aéreo. Debido
precisamente a estas limitaciones, la Agencia
Europea de Defensa (European Defence Agency, EDA), creada en 2004, le
encargó a Eurocontrol que estudiara la forma de armonizar los procedimientos
para el uso de los UAVs militares en tiempo de paz fuera del espacio aéreo
segregado.
La
tarea fue trasladada a la
Dirección de coordinación ATM civil-militar, desde donde se
formó una Task Force, un grupo de trabajo, que fue integrado por militares
estadounidenses y de la OTAN, así como por civiles con experiencia en la gestión
del tráfico aéreo relacionada con las operaciones UAV. El encargo debía partir
de una idea central: “Las operaciones UAV fuera de los espacios aéreos
segregados deberían llevarse a cabo con un nivel de seguridad equivalente al
que ofrecen las aeronaves tripuladas”.
De
ese foro surgieron varias especificaciones que, aunque se abordan más abajo,
adelantamos que se basan en tres principios básicos:
- Las operaciones UAV no deben aumentar el riesgo a otros usuarios del espacio aéreo.
- Los procedimientos ATM deben ser idénticos a los aplicables a los aviones tripulados.
- La provisión de servicios de tránsito aéreo a los UAVs debería ser transparente para los controladores aéreos.
En
definitiva, que un avión no tripulado debe generar la misma carga de trabajo al
ATC que un avión tripulado y su operación debe ser igual de segura. El objetivo
no es baladí, porque para que se puedan alcanzar esos requisitos básicos es
necesario que antes la industria desarrolle la tecnología necesaria para
detectar y evitar otras aeronaves, así como tener las mismas capacidades para
las comunicaciones, la navegación aérea y el vuelo propiamente dicho que los
aviones tripulados. Y si los supera, mejor.
Antes
de continuar, vamos a establecer una serie de cuestiones que intentaremos
responder más adelante.
-¿Qué
está haciendo la autoridad reguladora para facilitar la mezcla de operaciones
en el mismo espacio aéreo?
-¿Cuáles son los pros y contras de que los UAV y la aviación tripulada operen en el mismo espacio aéreo?
-¿Cuál es esa tecnología crítica necesaria para que los UAV sean tan fiables o más que los aviones tripulados?
-¿Qué papel van a jugar en este proceso de integración el Cielo Único, SESAR (Single European Sky ATM Research) y el concepto NextGen de la FAA para facilitar la convergencia de los UAV y la aviación tripulada?
-¿Cómo se va a mejorar la seguridad y fiabilidad de las comunicaciones, los controles, los sensores, los motores y las redes de comunicaciones para permitir la coexistencia de UAV y aviones tripulados?
-¿Cómo se verán afectados los vuelos UAV por el requisito de OACI de “ver y evitar” y qué respuestas ofrecerá la tecnología a fin de mantener los niveles de seguridad requeridos?
No
cabe duda, que tanto la industria como las entidades reguladoras tienen por
delante un reto importante a la hora de dar respuesta a las anteriores
preguntas. También hay algo de prisa, porque circula por ahí una propuesta para
incorporar aviones no tripulados a los medios de seguridad necesarios para las
Olimpiadas que tendrán lugar el próximo verano en Londres.
En
cualquier caso, que aviones sin piloto en la cabina lleguen a volar mezclados
con otros llenos de pasajeros es algo que hoy rechaza la mayoría; tener a
“robots voladores” compartiendo el cielo y pululando de aquí para allá, es una
idea que no parece agradar a casi nadie a la vista de algunos antecedentes
llamativos como los abordados más arriba. De ahí, que conseguir su aceptación
general vaya a suponer un enorme reto para la industria y para las autoridades
reguladoras, que van a tener que demostrar a todos –empezando por pilotos y
controladores aéreos- que esta aviación emergente no sólo es absolutamente
fiable, sino tan segura o más que la convencional. Y lo deberán hacer más allá
de toda duda razonable, ya que si hay algo que, hoy por hoy, sobra en este
asunto son dudas.
En
cambio, donde no parece haber incertidumbre es en que cuando se levanten las
barreras normativas para que aeronaves no tripuladas puedan volar fuera de las
áreas restringidas veremos surgir un nuevo mercado en el campo civil y la
potenciación del ya existente en el militar dadas las numerosas misiones que
van a poder llevar a cabo. Pero antes de que eso llegue a suceder será
necesaria su adecuada adaptación tecnológica para que puedan volar, incluso, en
el espacio aéreo más restrictivo que hay: el controlado.
Así las cosas, nos encontramos con tres cuestiones de
calado que deben obtener la oportuna respuesta por parte de la industria y las
instituciones reguladoras. En primer lugar, el modo en cómo estas aeronaves van
a “Ver y Evitar” a otras de su entorno. En segundo lugar, conseguir un
mecanismo que palie la vulnerabilidad del enlace tierra-aire entre el operador
y su avión (que afecta a su control y a las comunicaciones con el ATC). Y en
tercer lugar, qué protocolos se van a prever en caso de una incidencia en vuelo
o una emergencia de índole técnica para que la aeronave prosiga de forma segura
su vuelo y aterrice sin novedad. Tres cuestiones que, de forma individual o
combinada, pueden llegar a tirar por tierra cualquier iniciativa tendente a
retirar las limitaciones existentes. Al menos, eso es lo que en principio
parece.
Pero,
¿qué hace tan especial a este nuevo modelo de aviación? Según la industria, los
UAV pueden permanecer más tiempo en vuelo y a un menor coste que aeronaves
equivalentes tripuladas y operar en situaciones que, de otro modo, pondrían en
peligro al piloto. Dos simples pero fundados argumentos que, según ella,
aconsejan una pronta apertura del espacio aéreo ante lo que, aseguran, será una
"explosión de la demanda" a corto plazo por su utilidad en múltiples
ámbitos, como por ejemplo: búsqueda y salvamento, fotografía aérea, observación
meteorológica y de fenómenos en la atmósfera, vigilancia de seguridad,
inspección de instalaciones eléctricas, petrolíferas o de gas, lucha contra el
fuego o transporte de carga. A las que podríamos añadir la calibración de
radioayudas o el análisis de procedimientos de navegación aérea, entre otras
posibles aplicaciones. Todo un catálogo que viene empujando con fuerza. Ya
veremos hasta donde.
Porque
si bien algunas de esas misiones se pueden realizar con UAVs de pequeño tamaño,
a escala local y a muy baja altitud sin necesidad de interferir con otras
aeronaves, otras misiones necesitarán como ya se ha apuntado su integración en
el espacio aéreo controlado y compartirlo con la aviación comercial, máximo
exponente por lo que a seguridad de vuelo se refiere. Y es ahí donde está el
quid de la cuestión, ya que el índice de accidentes de la aviación no tripulada
es de momento muy elevado. Y si bien es cierto, que en el caso de los modelos
de mayor tamaño y tecnológicamente más avanzados esos índices son muy bajos
-como en el caso del Global Hawk (EuroHawk en Europa)-, también lo es que su
número es aún tan poco significativo y sus operaciones en entorno convencional
tan marginal, que hace prácticamente despreciable tal logro. Eso sin mencionar,
que ese UAV –al igual que el resto- es prácticamente ciego por lo que a tráfico
aéreo se refiere y, por tanto, incapaz de esquivar a otros aviones. Con eso ya
está dicho todo.
Global Hawk
Objetivo: las mismas normas
Al
igual que sucede en otras áreas, el hecho de que no exista un único organismo
que lidere las iniciativas sobre integración UAV en el espacio aéreo controlado
está produciendo cierta dispersión de esfuerzos y retraso en la toma de
decisiones. Por otro lado, desde principios de la pasada década la industria ha
venido presionando a EUROCONTROL
y a la FAA para
que regularan las operaciones UAV, militares o civiles, en el espacio aéreo
“exterior”. Hecho que llevó a que en septiembre de 2002 por iniciativa de la JAA (Joint Aviation Authority)
y de EUROCONTROL se estableciera un foro para analizar la regulación de las
operaciones de las aeronaves civiles no tripuladas, que emitiría su informe en
el mes de mayo de 2004. También, a que a principios de ese mismo año el
Civil/Military Interface Standing Committee, un organismo asesor creado por
EUROCONTROL en 1997 tras la revisión de su Convención fundacional, propusiera a
la organización la tarea de desarrollar las especificaciones necesarias para el
uso de UAVs del ejército en misión operacional fuera de las áreas segregadas.
Scan Eagle. Catapulta de lanzamiento
También
se crearon a ambos lados del atlántico otros grupos de trabajo. En 2004, en
USA, un comité especial de la Radio Technical Commission for Aeronautics
(RTCA), al que se uniría, en enero de 2006, un grupo independiente de trabajo
del European Civil Aviation
Equipment (EuroCAE), en el que estaban representados gobiernos e industria.
Todos ellos emitirían sus respectivos informes conteniendo una serie de
requisitos de los que más adelante se trata.
Según
EUROCONTROL, los requisitos marcados buscan que los UAV cumplan con las mismas
“Reglas del Aire” establecidas por OACI para las aeronaves tripuladas. Para
ello, se ha partido de tres principios básicos:
a) Las operaciones UAV no deberían incrementar el riesgo
de otros usuarios del espacio aéreo
b) Los procedimientos de gestión de tráfico aéreo
deberían ser idénticos a los que se aplican a los aviones tripulados, y
c)
La provisión de
los servicios de tráfico aéreo a los UAV debe ser transparente para el control
del tráfico aéreo con objeto de que no le genere más carga de trabajo que las
aeronaves convencionales.
Una
primera consideración a tener en cuenta, es que al no contar con piloto a bordo
los UAV son aeronaves más complejas que las convencionales debido a que los
requisitos técnicos y operativos que deben cumplir son más exigentes,
especialmente por lo que a separación con otras aeronaves se refiere.
En
segundo lugar, si se pretende mezclar los UAV con otros usuarios del espacio
aéreo controlado deben ser capaces de cumplir las instrucciones del ATC, ya que
es el medio primario para conseguir la separación con otros usuarios.
En
tercer lugar, todas las aeronaves que operen en un espacio aéreo en el que el
ATC proporcione separación deben presentar y seguir un plan de vuelo y mantener
comunicación radio con el control del tráfico aéreo. Y si el espacio aéreo en
cuestión lo exigiera, también deberían llevar como mínimo transpondedores que
proporcionen la identificación (Modo A) y la altitud (Modo C) que mantiene el
avión. Eso sin mencionar, que con independencia de las performances que los UAV
tengan que poseer para realizar su misión, en el momento en que se incorporen
al espacio aéreo “civil” deben comportarse como cualquier otra aeronave
convencional.
MQ-8B Fire Scout
En
cuarto lugar, en el caso de que vuelen de acuerdo con las reglas de vuelo
visual (VFR, Visual Flight Rules) y dependiendo de la clase de espacio aéreo en
que se opere, el piloto sería el responsable de mantener la separación segura
con otros aviones. ¿Cuánta? Pues si bien OACI no tiene establecida una
separación mínima a asegurar por el piloto, sí que tiene establecido que la
aeronave no debe operar “tan próxima a otras aeronaves como para crear riesgo
de colisión”.
En quinto lugar, para su integración segura en el
espacio aéreo controlado los UAV necesitan capacidad para mantener la
separación horizontal y vertical con otras aeronaves. Lo que significa, que uno
de los requisitos establecidos debe llevar a que tengan que reaccionar ante un
posible conflicto del mismo modo que una aeronave tripulada. Por ejemplo,
siendo la primera en detectar el conflicto para a continuación maniobrar para
evitarlo.
Hay
numerosas voces autorizadas a uno y otro lado del Atlántico (FAA, JAA,
EUROCONTROL, OTAN), que están valorando qué separación vertical debe
considerarse como adecuada –y segura- entre un avión tripulado y otro no
tripulado. Con independencia de los matices que se quieran aplicar, parece
claro que en ese contexto no debe haber –hablando en términos de mínimos, por
supuesto- diferencia alguna con respecto a lo establecido en las normas para el
caso de aviones tripulados convencionales. Por otro lado, no se debería
complicar la operación al ATC con la aplicación de estándares diferentes según
el tipo de aeronave implicada. Eso sin olvidar, que en la actualidad la
reducción de la separación mínima establecida en el espacio aéreo controlado se
considera “Incidente de tránsito aéreo”. Esto no hay que olvidarlo.
En
cuanto al punto de vista tecnológico, dos son las cuestiones a tener en cuenta
por lo que a separación se refiere.
1.-¿Cómo
se deben equipar los UAV para detectar y evitar otras aeronaves?
Resulta
evidente, que sin un piloto a bordo el UAV necesita algún tipo de sensor que le
permita identificar a otras aeronaves (incluidos planeadores y globos a los
que, por cierto, tiene que cederles el paso según las “Reglas del Aire”), así
como medios para poder evitarlos del tipo Sistema de Aviso y Evitación de
Colisiones (TCAS,
Traffic Collision & Avoidance System), o mediante la fusión de datos
procedentes del radar de a bordo y de sistemas electro-ópticos, por ejemplo. En
definitiva, un sistema que alerte al piloto de las amenazas de colisión
potencial y que, incluso, le sugiera maniobras para su resolución o hasta las
realice de forma autónoma. Aquí estarían presentes dos acciones. Por un lado,
mantener la propia separación, que no es otra cosa que actuar para reducir la
probabilidad de que la aeronave colisione con otra haciendo uso de su propia
capacidad para mantenerse separada de forma adecuada. Y, por otro, evitar la
colisión, que consiste en la capacidad para poder maniobrar “en el último
momento” a fin de evitar la colisión una vez que la separación mínima
establecida en las normas como segura se haya perdido, bien por error del ATC,
bien por error de pilotaje.
2.-¿Cómo
van a hacerse “ver”?
En
un entorno operacional complejo los UAV van a necesitar estar equipados con
tecnología que les permita emitir de forma continua datos tales como su
identificación y su posición en tres dimensiones. De ese modo, puede ser
presentada su localización en la pantalla radar del control de tráfico aéreo y
en la cabina de aviones convenientemente equipados. Por ejemplo, de aquellos
con TCAS o con otros sistemas más avanzados de “próxima” aparición como el CDTI
(Cockpit Display of Traffic Information), cuyo uso está proyectado, apoyado
en la
Vigilancia Dependiente Automática (ADS), para cuando se
generalice lo que se conoce como Free Flight o Free Route durante la
implantación del Cielo Único europeo.
Otros requisitos
-Los
UAV deberían estar equipados con sistemas con funcionalidades para la
navegación y las comunicaciones similares a los requeridos para los aviones
tripulados.
-Como cualquier otra aeronave que en un momento dado pueda requerir servicio de control, de información o de alerta, los UAV deben presentar y seguir un plan de vuelo.
-Como cualquier otra aeronave que en un momento dado pueda requerir servicio de control, de información o de alerta, los UAV deben presentar y seguir un plan de vuelo.
-Mientras
reciba servicio de control, el piloto/operador mantendrá comunicaciones con el
ATC haciendo los informes de posición que se le indiquen.
-El plan de vuelo deberá recoger claramente que se trata de una aeronave no tripulada.
-La fraseología a emplear en las comunicaciones no se diferenciará de la estándar y el término “no tripulado” (unmanned) debería ser incluido en la primera comunicación con cada cada sector ATC.
-El plan de vuelo deberá recoger claramente que se trata de una aeronave no tripulada.
-La fraseología a emplear en las comunicaciones no se diferenciará de la estándar y el término “no tripulado” (unmanned) debería ser incluido en la primera comunicación con cada cada sector ATC.
-Debido
a la posibilidad de perder el enlace entre el UAV y su piloto, se requiere que
aquél pueda ser pre-programado con un plan de vuelo de contingencia apropiado,
ya que como cualquier otra aeronave los UAV están expuestos a incidencias
operacionales en vuelo que pueden requerir la desviación a un aeropuerto
alternativo. Una cuestión crítica si tenemos en cuenta que no hay tripulación a
bordo.
-El
piloto al mando del UAV debería estar provisto de medios independientes de
comunicaciones con el ATC -por ejemplo, vía telefónica- para el caso de pérdida
del enlace habitual vía radio.
El punto de vista del ATC
Aunque
todavía falta para que las autoridades aeronáuticas internacionales consideren
que gracias a la tecnología este tipo de aeronaves ha alcanzado un "Nivel
de seguridad equivalente" al de la aviación convencional y que no representa
un riesgo para el tráfico aéreo, momento a partir del cual podrá operarse
compartiendo el espacio aéreo con la aviación convencional, no cabe duda que
nos encontramos ante uno de los avances más importantes de la aviación desde
que los hermanos
Wright volaran su Flyer I en 1903. Precisamente por eso, la integración de
aviones no tripulados en el espacio aéreo -denominado como “civil” o
“comercial” por las instituciones implicadas- presenta considerables retos
tecnológicos, normativos, operacionales y de seguridad de vuelo.
En
la actualidad, hay un debate más o menos intenso entre los promotores de la
aviación no tripulada y el control de tráfico aéreo. Mientras los primeros
están más preocupados por la interoperabilidad de los sistemas y por las
posibles misiones a desempeñar, esto es: el negocio. El segundo exige que se
demuestre que tecnología y procedimientos van a estar a la altura de las circunstancias
con objeto de garantizar la seguridad.
Las
exigencias a la industria son elevadas, quizás más de lo que ésta esperaba.
Pero debe tener en cuenta, que no sólo se trata de conseguir aeronaves
fiables, sino también que resulta de obligado cumplimiento que el
equipamiento extra –la mayoría de él redundante- necesario para poder operar
en espacio aéreo controlado cumpla todos los requisitos que la seguridad del
tráfico aéreo exige. El problema, es que tan elevadas exigencias llevarán con
toda probabilidad a que los costes de producción y de explotación sean más
altos de lo que en un principio se creía.
|
Raven |
Por
otro lado, aún nos encontramos lejos de haber alcanzado niveles de seguridad en
las operaciones de vuelo tradicionales lo suficientemente satisfactorios como
para añadir al entorno un nuevo elemento distorsionador, como lo es la aviación
no tripulada. Porque allí donde un fallo de cualquier índole puede compensarse
con la conciencia de la situación de la tripulación y con su experiencia y
pericia, en el caso de un no tripulado por el hecho de situar a su piloto fuera
de la cabina ya se le confiere por diseño conceptual un nivel de seguridad
inferior, que lleva a que de momento el balance sea negativo debido a que caen
demasiados UAV precisamente porque el piloto no se encuentra a bordo.
De
modo, que de nada sirve contar con tecnología de vanguardia si luego el sistema
falla por el lado del factor humano (principal responsable, no se olvide, de
los accidentes que sufre la aviación). Un detalle, según se desprende del
estudio sistemático de accidentes e incidentes de aeronaves no tripuladas,
mientras que los fallos de tipo mecánico y de control son con frecuencia la
causa principal de los mismos, el piloto suele ser también el responsable de un
elevado número de ellos. Lo que nos lleva a que tanto en un modelo de aviación
como en el otro resulta absolutamente necesario erradicar el fallo humano como
principal causa de los accidentes por muy segura que sea según las estadísticas
la aviación comercial.
La
buena noticia es que no cabe duda que el desarrollo de la tecnología que va a
orbitar alrededor de los UAV hará avanzar de forma significativa la seguridad de
los aviones tripulados, que estará más cerca de alcanzar el 100% si, por
ejemplo, el propio avión o un operador en tierra puede hacerse con los mandos
en caso de una eventualidad grave a bordo que afectase a la capacidad de los
pilotos para mantenerlo en vuelo, o bien a un fallo catastrófico que, de otro
modo, supondría de hecho la pérdida de la aeronave.
Conclusiones
Dentro
de poco corresponderá a los profesionales –pilotos y controladores aéreos-
valorar la conveniencia de que se autorice que aeronaves tan peculiares lleguen
a mezclarse con aviones llenos de personas. Y si los tripulantes deben ser en
realidad pilotos o “simples” operadores. Y hasta es muy posible, que lleguemos
a preguntarnos por qué hay un piloto en tierra que bien podría estar a bordo.
En definitiva, que de poco valdrá que los organismos reguladores den sus
bendiciones a este tipo de aviación si quienes garantizan de facto la seguridad
de vuelo no están convencidos de la conveniencia de que se comparta el cielo con
ella.
Si
es para actuar allí donde la presencia del operador humano resulta inadecuada
por tratarse de entornos peligrosos o por la especificidad de la misión, sea
bienvenida esta nueva aviación. Pero si es para, al final, ahorrar en costes
laborales la industria, los explotadores de esas aeronaves, las instituciones
reguladoras y la sociedad deberían pensárselo mejor antes de seguir adelante
por ese camino. Porque podríamos llegar a enfrentarnos a medio plazo a una
reducción segura del número de tripulantes a bordo de los aviones comerciales,
con consecuencias imprevisibles. O no.
Por
otro lado, una parte de la industria está un tanto preocupada porque si no se
acierta al cumplir las exigentes especificaciones a las que se ha hecho
referencia más arriba podría verse afectado el desarrollo de los UAV militares,
con el consiguiente impacto negativo en los programas que pretenden reemplazar
en los próximos años aviones de combate tripulados por no tripulados.
En
definitiva, tal y como están las cosas a los aviones no tripulados les falta
madurez para poder abandonar de forma generalizada las áreas restringidas.
Tanto, que se ha quedado desfasado el objetivo que se marcó la Agencia Europea de Defensa (EDA, European Defence
Agency) de conseguir que los UAV militares y de Estado pudieran volar en 2011
fuera del espacio aéreo segregado. Y con él, el que se marcó la industria para
que los UAV civiles puedan volar en el espacio aéreo “civil” hacia 2013-2014.
De hecho, circula una nueva actualización de fechas que apunta a la horquilla
2015-2020 como nuevo objetivo. Ya veremos.
Alenia Sky-Y |
Eagle Eye |
Aún
quedan preguntas sin respuesta. Como qué nivel de seguridad tendrán las
instalaciones en las que se ubiquen los centros de mando y control de los UAV
civiles y qué se va a hacer para que los pilotos no sean interferidos mientras realizan
su trabajo. Como tampoco está clara la calificación que tendrá que tener el
operador-piloto de esos aviones.
En
Estados Unidos el programa “NextGen” y en Europa el programa “SESAR”
(Single European Sky ATM Research), planean incrementar en las dos próximas
décadas la capacidad del espacio aéreo, mejorar la eficiencia, reducir el
impacto ambiental y aumentar la seguridad de vuelo. Ambos conceptos tienen
también entre sus metas facilitar la integración en el espacio aéreo civil de
nuevos tipos de aeronaves, incluidas las no tripuladas. El problema tal y como
yo lo veo, es que pretender conseguir de la aviación no tripulada el mismo
nivel de fiabilidad y seguridad de la aviación tripulada convencional puede
llevar, entre unas cosas y otras, a que su operación resulte inviable. El
tiempo lo dirá. Pronto.
Autor: Jorge Ontiveros, Controlador aéreo
http://www.hispaviacion.es
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