Pages

Milicia Bolivariana "Altos Mirandinos"


Hoy es

jueves, 1 de septiembre de 2011

Miguel José Sanz

El Licenciado Miguel José Sanz, nace en Valencia, Estado Carabobo, el 1° de septiembre de 1756, hijo de Don Francisco Antonio Sanz y Doña María Máxima Marvez y Roxas. Para el año de 1776 es Juramentado como Bachiller en Artes, para 1778 recibe el grado de Licenciado en Leyes y ante la Audiencia de Santo Domingo opta por el título de Abogado. Junto al Dr. Antonio López Quintana asumen la tarea  de poner en marcha el proyecto de crear un organismo que agrupe a los Abogados y contribuya a una mayor difusión de las ciencias jurídicas. Al efecto, en Agosto de 1788 queda constituido el Real Colegio de Abogados de Caracas. Para 1799 es electo por segunda vez Decano del Colegio, bajo su primer Decanato se inaugura la Academia de Derecho Público y Español y se establece el Montepío de Abogados; se organizan las matrículas de los miembros, se cobran las cotizaciones y se hacen cumplir las obligaciones establecidas en los estatutos, la lucha contra el ejercicio ilegal de la profesión y por la moralización de la misma.
Miguel José Sanz fue aplicado desde la edad temprana al estudio de la jurisprudencia, hizo en él y en los pocos conocimientos que entonces se enseñaban tan nobles progresos, que muy luego llamó la atención y mereció el afecto de algunos hombres ilustrados que sacrificaban en secreto al numen de las ciencias. Estos le proporcionaron cautelosamente la lectura de algunos libros prohibidos, por cuyo medio llegó en pocos años a alcanzar un caudal de instrucción inmenso para aquel país y para los tiempos que corrían, y sin duda alguna muy superior al de la generalidad de sus conciudadanos. Conoció entonces lleno de asombro los admirables adelantos que las ciencias físicas, morales y políticas habían hecho en Europa, y midió con no poca aflicción el hondo abismo de ignorancia en que estaba sumido su país. Desde entonces ya no hubo para él mas placer que el estudio, más anhelo que la ilustración de sus conciudadanos; y acaso leyendo a escondidas y en altas horas de la noche a Rousseau, a Voltaire y a Raynal, se le ocurrió como en sueños la idea confusa y en aquel tiempo quimérica de ver libre y dichosa a su patria.

Ello es que Sanz, dotado de alma fuerte, de claro ingenio y sólida piedad, consiguió cerrar su corazón a las erróneas doctrinas morales del siglo XVIII al mismo tiempo que abría los senos de su vasto entendimiento a todas las verdades que sobre el gobierno y los pueblos, sobre el hombre y las sociedades defendieron e ilustraron también Becarría, Burlamaqui, Montesquieu, Puffendorf y otros autores. No menos aficionados a la difícil cuanto necesaria ciencia de la economía política, a las buenas letras y a las artes liberales, nuestro joven letrado meditaba constantemente las teorías de Smith; y en raros y cortos ocios descansaba de los estudios graves en el regazo de las musas. Sanz, pues era jurisconsulto, literato, filosofo, economista y poeta; tenía lo que es mejor que el saber, la honradez, y en grado superior aquel don precioso del cielo sin el cual valen poco para la felicidad de la vida de la ciencia del sabio y el ingenio del poeta es, a saber el don de gentes.


Semejante hombre no podía vivir oscuro, ni aun cuando su modestia hubiera sido igual a su mérito; tanto menos que Sanz sin ser orgulloso tenia la noble ambición de distinguirse entre sus conciudadanos y la de ser útil a la patria. Lo uno y lo otro consiguió plenamente. Varias defensas ruidosas en que lució su habilidad como orador y como letrado le ganaron aura popular; y su honradez, sabiduría y compostura, el afecto y confianza de las autoridades. No se valió de ellas Sanz para enriquecerse, no; antes rehusó constantemente grandes presiones que como justa recompensa de sus servicios se le ofrecieron varias veces. Uso más noble hizo del favor que gozaba, obteniendo en beneficio de su país medidas de fomento para el cultivo y comercio de sus ricas producciones; promoviendo la formación y organización del colegio de abogados, con el fin de dar a su noble profesión el lustre que tiene en todas las naciones: consiguiendo la erección de una clase de Derecho público del que fue catedrático el poco tiempo que duró, el sabio regente de la audiencia Don Antonio López Quintana: arreglando los pesos y medidas, cuya alteración era causa de muchos males públicos; redactando con general aceptación y aplauso las ordenanzas municipales de Caracas, que por los desórdenes desastres posteriores no dejaron plantear; y en fin consagrando todos sus desvelos y trabajos, todos sus pensamientos y escritos, al fin que se había propuesto de mejorar en su patria la instrucción primaria y la académica, bases esenciales de una sólida y verdadera grandeza popular.


Tal era Sanz, bajo la forma de un literato laborioso, promovedor de las artes de la paz, un patriota lanzado en medio de las revueltas populares. Acabamos de contemplarle ilustrando a su país con el ejemplo y la doctrina; luego le veremos defendiéndolo con la pluma, el consejo y la espada; siempre cumpliendo las más grandes y nobles obligaciones del hombre sobre la tierra, las de engrandecer a su patria o luchar contra todo y todos para conseguir libertarla.


Las ideas pedagógicas de Miguel José Sanz (1754-1814)


En 1799 el Licenciado Miguel José Sanz presentó al ayuntamiento de Caracas un informe sobre el estado de la educación, del cual se encuentran fragmentos en diversos autores, aunque seguramente siempre tomados de la historia de Baralt: “No bien adquiere el niño una vislumbre de razón, cuando se le pone en la escuela, y allí aprende a leer en libros de consejas mal forjadas, de milagros espantosos o de una devoción sin principios, reducida a ciertas prácticas exteriores, propias solo para formar hombres falsos e hipócritas... Bajo la forma de preceptos se le inculcan máximas de orgullo y vanidad que más tarde le inclinan a abusar de las prerrogativas del nacimiento a la fortuna, cuyo objeto y fin se ignora. Pocos niños hay en Caracas que no crezcan imbuidos en la necia persuasión de ser más nobles que los otros, y que no estén infatuados con la idea de tener un abuelo alférez, un tío alcalde, un hermano fraile o por pariente un clérigo...” “Puerilidades y miserias éstas que entorpecen el alma, influyen poderosamente en las costumbres, dividen las familias, hacen difíciles sus alianzas, mantienen entre ellas la desconfianza y rompen los lazos de la caridad, que es, a un tiempo el motivo, la ocasión y el fundamento de la sociedad... Supo el niño pronunciar las letras, leer sin comprender y a tropezones, garabatear un papel, mal hacer una cuenta: pues entonces sin más ni más se le pone en la mano la gramática de Nebrija para que aprenda latín, sin considerar lo ridículo que es aprender una lengua extranjera cuando no se posee la propia, y entregarse al estudio de las ciencias que enseña la universidad antes de saber leer, escribir y contar perfectamente. Con esto lo que sucede es que los jóvenes se ven expuestos en la buena sociedad a muchos disgustos y desprecios a pesar de sus bonetes doctórales... causando lástima oírles sostener que el familiarizarse con los principios de su propio idioma para hablarlo y escribirlo con exactitud, donaire y gracia, es tiempo perdido”.

0 comentarios:

Publicar un comentario